Un mercado para lucirse, solo en condiciones muy específicas.
La industria aérea he tenido la suerte de conocerla por dentro desde fines de los años ´80 al haber participado en los preparativos de la privatización de ex Lan Chile y por mi pasión de ser piloto.
La experiencia nos muestra que su nivel de complejidad es de los mayores a nivel mundial. Corresponde a uno de los rubros en que los índices de fracasos superan varias veces a los éxitos y además son económicamente estruendosos por los órdenes de magnitud de las quiebras, arrastrando a una variedad inmensa de proveedores comerciales y financieros.
Es sumamente intensiva en capital inmovilizado, expuesta a variaciones reglamentarias, tarifarias, de derechos de tráfico, requiriendo equipos humanos altamente especializados (frecuentemente difíciles de encontrar); en fin, es literalmente desafiante y hay que tener sangre de horchata.
¿Qué se observa principalmente? Que sus costos fijos inevitables son tan elevados que lograr el break even constituye una hazaña. Por consecuencia, aunque los participantes de este mercado sean pocos players, la decisión más habitual es bajar precios, “ofrecer ofertones” a fin de llenar sus capacidades, generar hipotéticamente flujos financieros y lograr la proeza de cumplir con las obligaciones. En Latinoamérica hay además el imponderable del mantenimiento en cuanto a especialistas y habilitación de centros adecuadamente dotados. Finalmente, las alianzas con operadores turísticos y empresas que requieren de estos servicios constituyen eslabones comercialmente inestables y que fijan sus condiciones de manera discriminatoria por lo general. Todos estos factores generan un nivel de presión en la gestión muy estresante.
Y por cierto, también hay que negociar el financiamiento tanto del material de vuelo, como del capital de trabajo, encontrándonos con que las instituciones financieras son bastante reacias a otorgarlos, justamente por las incertezas del rubro.
Sin embargo, la simple lógica nos señala que estas empresas debieran ser florecientes. Por lo tanto la incógnita a despejar es que con una inmersión en cada línea aérea se podría hallar la ruta, el rumbo y la derrota estratégica.